31 de mayo de 2013

Tracy K. Smith, Dios mío, está lleno de estrellas (fragmento)


Obra de Christophe Kiciak

DIOS MÍO, ESTÁ LLENO DE ESTRELLAS

3

Quizá el gran error sea creer que estamos solos,
que los otros vinieron y se marcharon -en un abrir y cerrar de ojos-
cuando en toda su extensión, el universo podría estar congestionado,
repleto hasta los bordes de energías que jamás sentimos
ni vemos, que se adhieren a nosotros, viviendo, muriendo, diciendo,
pisando con pies de plomo cualquier planeta,
doblegando a las estrellas gigantes que dominan, arrojando rocas
a cualquiera de sus lunas. Viven preguntándose
si son los únicos, sólo conocen el deseo de conocer,
y esa gran distancia negra en la que ellos -y nosotros- palpitamos.
Quizá los muertos comprendan, sus ojos abiertos al final,
viendo las altas luces de un millón de galaxias tilitando
en el crepúsculo. Oyendo la ignición de motores, trompas
que no dan tregua, el frenesí del ser. Lo quiero
rayando la locura, como una radio sin dial.
Completamente abierto, para que todo se inunde de una vez.
Y bien sellado, para que nada escape. Ni siquiera el tiempo
que ha de curvarse sobre sí mismo y hacer un bucle como el humo.
Entonces yo podría estar ahora sentada con mi padre
mientras pone su fósforo encendido en el hueco de su pipa
por primera vez en el invierno de 1959.

4

En esas últimas escenas de 2001, de Kubrick,
cuando Dave es sacudido en el centro del espacio,
en el que se despliega una aurora de luz orgásmica
antes de abrirse ampliamente, como una orquídea salvaje
para una abeja perdidamente enamorada, y después se diluye
como la pintura en el agua, y entonces una gasa brota y desaparece,
antes, por fin, la marea de la noche, luminiscente
y confusa, se arremolina dentro, una y otra vez…

En las últimas escenas, mientras él flota
por encima de los grandes cañones y de los mares de Júpiter,
en los llanos inundados de lava y en las montañas
congeladas, en todo ese tiempo, él no parpadea.
En su pequeña nave, pilotando a ciegas, sacudido
a través de la pantalla panorámica del tiempo indivisible,
¿Qué brillará en su mente?
¿Sigue moviéndose en la vida,
o termina al final de lo que se puede nombrar?

En el plató, una toma tras otra, Kubrick disfruta,
después el vestuario vuelve a sus estantes
y la gran sala iluminada se apaga.

5

Cuando mi padre trabajaba en el Telescopio Hubble, dijo
que trabajaban como cirujanos: desinfectados y empapelados
de verde, un frío aséptico y luz blanca en la sala.

Leía a Larry Nieven en casa, bebía whisky escocés con hielo,
sus ojos exhaustos y enrojecidos. Eran los años de Reagan,
cuando vivíamos con el dedo sobre El Botón y nos esforzábamos

por ver a nuestros enemigos como a niños. Mi padre pasó temporadas enteras
postrado ante el ojo del oráculo, hambriento de hallazgos.
Su rostro se iluminaba cada vez que alguien le preguntaba, y levantaba los brazos

como si florara, confortablemente en la interminable
noche del espacio. En el patio atábamos a los globos mensajes
de paz. El príncipe Carlos se casó con Lady Di. Murió Rock Hudson.
Aprendimos nuevos nombres para las cosas. Cambiamos de década.

Las primeras imágenes llegaron borrosas y me sentí avergonzada
de todos aquellos alegres ingenieros, mi padre y su tribu. La segunda vez
las lentes acertaron. Vimos hasta el confín de todo lo que allí había.

Tan brutal y tan vivo, que parecía abrazarnos.

MY GOD, IT'S FULL OF STARS

3

Perhaps the great error is believing we’re alone,
That the others have come and gone-a momentary blip-
When all along, space might be chock-full of traffic,
Bursting at the seams with energy we neither feel
Nor see, flush against us, living, dying, deciding,
Setting solid feet down on planets everywhere,
Bowing to the great stars that command, pitching stones
At whatever are their moons. They live wondering
If they are the only ones, knowing only the wish to know,
And the great black distance they-we-flicker in.

Maybe the dead know, their eyes widening at last,
Seeing the high beams of a million galaxies flick on
At twilight. Hearing the engines flare, the horns
Not letting up, the frenzy of being. I want it to be
One notch below bedlam, like a radio without a dial.
Wide open, so everything floods in at once.
And sealed tight, so nothing escapes. Not even time,
Which should curl in on itself and loop around like smoke.
So that I might be sitting now beside my father
As he raises a lit match to the bowl of his pipe
For the first time in the winter of 1959.

4

In those last scenes of Kubrick’s “2001”
When Dave is whisked into the center of space,
Which unfurls in an aurora of orgasmic light
Before opening wide, like a jungle orchid
For a love-struck bee, then goes liquid,
Paint in water, and then gauze wafting out and off,
Before, finally, the night-tide, luminescent
And vague, swirls in, and on and on….

In those last scenes, as he floats
Above Jupiter’s vast canyons and seas,
Over the lava strewn plains and mountains
Packed in ice, that whole time, he doesn’t blink.
In his little ship, blind to what he rides, whisked
Across the wide screen of unparcelled time,
Who knows what blazes through his mind?
Is it still his life he moves through, or does
That end at the end of what he can name?

On the set, it’s shot after shot till Kubrick is happy,
Then the costumes go back on their racks
And the great gleaming set goes black.

5

When my father worked on the Hubble Telescope, he said
They operated like surgeons: scrubbed and sheathed
In papery green, the room a clean cold, and bright white.

He’d read Larry Niven at home, and drink scotch on the rocks,
His eyes exhausted and pink. These were the Reagan years,
When we lived with our finger on The Button and struggled

To view our enemies as children. My father spent whole seasons
Bowing before the oracle-eye, hungry for what it would find.
His face lit up whenever anyone asked, and his arms would rise

As if he were weightless, perfectly at ease in the never-ending
Night of space. On the ground, we tied postcards to balloons
For peace. Prince Charles married Lady Di. Rock Hudson died.

We learned new words for things. The decade changed.

The first few pictures came back blurred, and I felt ashamed
For all the cheerful engineers, my father and his tribe. The second time,
The optics jibed. We saw to the edge of all there is-

So brutal and alive it seemed to comprehend us back.





Tracy K. Smith 
(Falmouth, Massachusetts, EE.UU., 1972)
de Life on Mars, Graywolf Press, 2011
Ganador del Premio Pulitzer 2012







4 comentarios:

Unknown dijo...

Coincido con tu punto de vista, Pretender que somos únicos en el infinito universo es una idea mezquina y ególatra.
Recuerdo la fiebre del astrónomo Flanmarión cuando llegó a suponer que hasta el sol albergaría vida,
uN ABRAZO, rober

JPB dijo...

Hola Miriam,

Gracias por compartir mi traducción.

Un abrazo,

José Pablo

EG dijo...

:) es mi punto de vista, sí, por eso lo replico. Ojalá lo haya escrito yo... pero no, fue Tracy

un abrazo Robert

EG dijo...

José Pablo! gracias a vos! estuve leyendo tu blog y me quedé con este fragmento atrapante de esta poeta que desconocía. Acabo de enterarme que la poeta Luna Miguel ha trabajado en la traducción de sus poemas y que está a punto de salir en España ese libro. Hay que estar atentos.
Un abrazo.

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