Fotografía de Ana Lorencin |
LA PROFESORA
La profesora está frente a la clase.
Habla de Chaucer.
Pero a los alumnos no les apetece Chaucer.
Quieren devorarla a ella.
Le comen las rodillas,
los dedos de los pies,
los brazos, los ojos
y escupen sus palabras.
¿Para qué quieren las palabras?
¡Quieren una auténtica clase!
Está desnuda ante ellos.
Hay salmos escritos en sus muslos.
Cuando anda, los sonetos se parten en octavas y sextetos.
Las estrofas encajan cuando sus dedos juguetean nerviosos con la tiza.
Pero las palabras no la visten.
La poesía ya no la puede salvar.
No hay volumen lo bastante grande donde esconderse.
Ni el diccionario Webster no resumido, ni el Oxford.
Los alumnos son estúpidos.
Quieren una clase.
Una vez pudieron haber conseguido vida
agarrándola por el cogote en una estrofa perfecta.
Pero ahora necesitan sangre.
Han dejado a Chaucer en paz y han comido a la profesora.
Ahora la profesora se ha ido.
No queda nada sino una página impresa.
A la profesora no se la puede ayudar.
Puede que sea parte de sus alumnos.
(No se pregunte cómo)
Cómase este poema.
(Nueva York, EE.UU., 1942)
de Miedo a los cincuenta, Santillana, S. A. (Alfaguara),
Madrid, 1995
Madrid, 1995
8 comentarios:
no aguanté, se lo tuve que pasar a mi mamá...
Me sugiere quedarse en la corteza sin disfrutar del interior, comerse una fruta dulce sin paladear su sabor. A veces a todos nos pasa, ansiamos lo inmediato y rechazamos una clase magistral de vida.
Un abrazo.
tremendo el magnetismo de una buena profesora de literatura, y el de un profesor!
Me ha encantado. Me ha parecido fuerte, original, sensual y profundo.
Noe: y qué dijo tu mamá?
Ah Miguel, me saco el sombrero ante tu comentario. Saludos
Moon...y cuánta falta hacen los buenos profesores!
Me alegro Sara. Lo busqué en su idioma original pero no lo encontré o no lo supe buscar... :(
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