Fotografía de Emmanuelle Brisson |
No amarse ahora, pero haber amado.
Y encontrarse otra vez… Recuerdo grave
como el de alguna flor de aroma suave
que se mustia en un libro ya olvidado.
Va surgiendo el recuerdo desvelado:
una palabra, un gesto… Es una clave
que nadie descifró, que nadie sabe;
recinto nuestro, cántico inviolado.
Estamos en silencio, frente a frente.
Y sin verte, yo sé que me has mirado
con no sé qué recuerdo transparente
en los ojos lejanos… No has cambiado.
Y es dulce estarse así, indolentemente,
pero no amarse ya. Haberse amado.
s/d del autor de la fotografía |
Yo me pregunto así, de qué manera
recomienza aquel cántico olvidado,
surge aquel horizonte
de una distante playa sin reparo.
De qué extraña manera
los labios se entreabren o se pliegan
y las manos adquieren un tremendo
rebrotar de caricias.
Por qué, en alguna hora,
nada es más importante que pensarlo,
como un arroyo terco
sobre la tierra.
No sé de qué manera ha sucedido
pero aquí está otra vez, huésped callado,
nocturno pasajero,
fracturador de vidrios,
escalador de muros,
humilde visitante, sigiloso fantasma,
bandolero magnífico y perverso.
Yo me pregunto entonces, en qué forma
crece otra vez la insólita marea
que embiste contra el pecho
desde adentro,
de qué modo barbota aún la sangre
eterna solfatara
mientras un lento río de tambores
golpea incoercible en las arterias.
pero aquí está otra vez, huésped callado,
nocturno pasajero,
fracturador de vidrios,
escalador de muros,
humilde visitante, sigiloso fantasma,
bandolero magnífico y perverso.
Yo me pregunto entonces, en qué forma
crece otra vez la insólita marea
que embiste contra el pecho
desde adentro,
de qué modo barbota aún la sangre
eterna solfatara
mientras un lento río de tambores
golpea incoercible en las arterias.
Y sin embargo, ahora, todavía,
no ha hecho todo el daño:
no ha hecho todo el daño:
su presencia es apenas una máscara.
Pero qué dura imagen es su ausencia.
Pero qué dura imagen es su ausencia.
Fotografía de Alex Mazurov |
ESTE SABOR DE LÁGRIMAS
Gris y más gris. No estás, y yo estoy triste
de una tristeza apenas explicable
con palabras, y de una imperturbable
soledad, que por ti nace y existe.
Siempre de gris, mi corazón se viste:
polvo y humo, ceniza abominable,
y la envolvente bruma irrenunciable
que estaba ayer. Y hoy. Y que persiste.
Gris a mí alrededor. Contra mi mano
la nube espesa se va abriendo en vano
porque el fuego que soy, no está encendido
y hay niebla en lo que miro y lo que toco.
Ah, yo no sé… Tal vez te odio un poco
porque está gris, y llueve, y no has venido.
Julia Prilutzky Farny
(Kiev, Ucrania 1912- Argentina 2002)
de Antología del amor, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1977
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