30 de septiembre de 2013

Amanda Castro, 2 poemas 2


Obra de Catrin Welz-Stein

LA MAMÁ

Alta y de piel oscura
grande mitológica
peleadora y tierna era la mamá
sus ocho hijos todos aprendieron a leer
a creer en Dios
a entender lo que su madre amaba
ellos
todos con título de secundaria
profesores secretarias
todo
por aquellas manos carrasposas
agrietadas por manos de la angustia
y el abandono
-aquellos hombres que prometieron ayudarte
y se marcharon-
todo
por aquellas manos
rajadas por el olor putrefacto
-lugares donde ella buscaba el pan-
limpiando pisos
limpiando servicios
limpiando
todo
por un pan para sus hijos
porque sus hijos fueran a la escuela
porque tus hijos fueran alguien
por darles lo que vos nunca tuviste
una cama en lugar del petate
una casa en lugar del cuartito maltrecho
una vida en lugar del tormento
Mamá
¿No te das cuenta?
cambiaste el curso del sol
con tus manos
con tu enorme cuerpo lacerado
El sol en tu frente
cuesta abajo cuesta arriba
de vuelta al trabajo
asegurando el futuro en tus manos
(las mismas que hacían la ropa
más simple del universo)
-el amor encerrado en un cuerpo de mujer-
Mamá
no te das cuenta
cambiaste el curso del sol.




Obra de Catrin Welz-Stein

LA NIÑA

Con tus ojotes
me mirás desde tu esquinita
-ese lugar
donde se tejen los versos
y el amor-
quiero tocarte pero no puedo
Aprendiste demasiado temprano
que no podías confiar en nadie
y cuando me acerco huyes
-huyes cuando se acerca cualquiera-
Antes de descubrir las palabras
ya conocías el dolor del abandono
desde entonces te habitó la amargura
nunca tuviste tiempo para sentir un pecho
y nutrirte de amor y de esperanza
te quedaste suspendida
en el espacio del deseo
-deseo de ser deseada-
Más tarde vino lo más violento de la vida
la persona en quien más querías confiar
 te enseñó esos juegos secretos
que te arrancaron el habla
y la cordura
el amor ya no era una cosa linda
sino un dolor que violaba
la pureza de tus manos
descubriste esa esquina de lugares mágicos
donde el tormento y la angustia no existían
Te separaste de todo
-de mí, más-
Te volviste sombría
Todo te hacía sangrar
las primeras heridas
Hoy te veo en tu esquinita
pidiéndome a gritos
que no te deje morir
y sufro al no poder
darte explicaciones
mis ojos se acobardan con los tuyos
Tampoco comprendo
cómo se puede rechazar a un recién nacido
cómo se puede violar la inocencia
de alguien que nos quiere
cómo se puede matar a un niño
Todos vivimos alejándonos
de la vida
 aprendiendo a matar
-odiándonos-
Pero hoy
con tus ojotes de luz
nuestra esperanza crece
igual que los versos en tus manos
Vivo
en espera del día
en que podré abrazarte
ya no te niego
el derecho a la rabia
ni las palabras
hemos descubierto
el amor





Amanda Castro 
-Amanda Lizet Castro Mitchell- 
(Tegucigalpa, Honduras, 1962-2010)
Fundadora de la Editorial Ixbalán de Honduras 
y defensora de los derechos laborales de las mujeres
Compilación de Janet N. Gold, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 1998
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29 de septiembre de 2013

Ana Jimena Sánchez, Bluebird Café


Fotografía de Julia Fullerton-Batten

BLUEBIRD CAFÉ

Me confieso
ligeramente hipócrita
cuando voy a los museos,
y camino despacio,
y me detengo a leer notas a pie
que en realidad no me interesan
Simulo que algo verdaderamente
llama mi atención
cuando miro la habitación vacía
con un solo cuadro rojo
Y guardo mi impulso de querer
ir más rápido, de no darle tiempo
a nada que no me asombre,
que no me toque alguna fibra
expuesta, débil
-como si le debiera algún gesto
de interés al guardia de la entrada-
me descubro a mí misma
usando el cristal de algunas obras
para verme el peinado en el reflejo
Y disfruto, en cambio,
las bellísimas letras de vinil
que colocan sobre las paredes blancas;
el suelo de madera
estremeciéndose;
los zapatos que llevan todos
los que cruzan por la sala
Y me lleno de júbilo,
de entusiasmo,
como si algo recobrara sentido de pronto,
cuando vislumbro el final del recorrido
y pienso
en ir a la tienda.


BLUE BIRD CAFÉ


Mi confesso
leggermente ipocrita
quando vado nei musei,
e cammino lenta
e mi fermo a leggere le didascalie
che in verità non mi interessano
Faccio finta che qualcosa davvero
chiami la mia attenzione
quando guardo la sala vuota
con un solo quadro rosso
E trattengo la mia voglia
di voler
camminare più velocemente, di non dare tempo
a nulla che non mi stupisca,
che non tocchi nessuna fibra
esposta, debole
-come se le dovessi un gesto
d’attenzione alla guardia dell’entrata-
scopro me stessa
ad usare il vetro di alcune opere
per vedermi la pettinatura nel riflesso
E mi piacciono, invece,
i bellissimi caratteri in vinile
che collocano sulle pareti bianche;
il pavimento di legno
che scricchiola;
le scarpe che portano tutti 
quelli che attraversano la sala
E mi riempio di felicità,
di entusiasmo
come se qualcosa recuperasse un senso d’improvviso,
quando intravedo la fine del percorso
e penso
di andare nel negozio.






Ana Jimena Sánchez 
(México DF., México, 1990)
Reside en Cholula
POETA/DISEÑADORA/GESTORA CULTURAL
para leer MÁS
su WEB
su blog (I) ECUADOR
su blog (II) INTRADIEGETICO

28 de septiembre de 2013

Cristina Peri Rossi, Alegría de vivir


Fotografía de Melodie McDaniel

ALEGRÍA DE VIVIR

Me levanto
con la certeza
de estar sola:
bajo a la calle
silbo un airecillo
camino contra el viento
enciendo uno de los cigarrillos
que el médico me prohibió
—Estoy sola—
tan contenta
que empiezo a echar monedas
en la máquina del bar
gáname perra,
gáname, tragaperras,
el patrón me mira satisfecho
(Ríete, estúpido, dinero
es lo único que me puedes ganar)
cuando estoy contenta
soy espléndida
tan alegre de estar sola
que enseguida me pongo a conversar
con gente que no me interesa
(Nunca sabrán cuán contenta estoy)
escucho tonterías
no me afectan: tengo alegría interior
soy generosa: digo piropos
a gente que no se los merece
¿Qué voy a hacer si estoy contenta?
Con la felicidad no se puede hacer nada
No se puede escribir poemas
No se puede hacer el amor
No se puede trabajar
No se puede ganar dinero
ni escribir artículos de periódico
La felicidad es esto:
caminar contra el viento
saludar a desconocidos
no comprar comida
(la felicidad es el alimento)
ser espléndida
como el viento gratis que limpia la ciudad
como esta llovizna repentina
que me moja la cara
me resfriaré
pero a mí qué me importa.




Cristina Peri Rossi 
(Montevideo, Uruguay, 1941) 
Vive en España
ESCRITORA/POETA/LICENCIADA EN LITERATURA COMPARADA/PERIODISTA/TRADUCTORA
de Poesía Reunida, Lumen Editorial, 2005
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27 de septiembre de 2013

Circe Vela, Reverdecer


Fotografía de Lauren Treece
REVERDECER

El corazón cayó:
última hoja 
del otoño en el pecho.

Espanto de mis ramas
las aves negras,
extiendo mis raíces
a otras aguas,
se engrosa mi tronco:

ningún rayo
podrá quebrantarme.
Conozco todas las tormentas.

(junio 2009)




Circe Vela -Paola Circe Delgado Vela- 
(Aguascalientes, México, 1987)
de Planeta Tierra hermoso y amado,  
de Rosa María Ramírez Moya, Palibrio, 2012
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su BLOG



25 de septiembre de 2013

Belén Iannuzzi, Una mujer china me vendió un turbante...


Fotografía de Радянське дитинство



una mujer china me vendió un turbante de lana
sobre el puente de Brooklyn
el frío me había cortado los labios,
la cara helada,
un poco de sol detrás se esfumaba en una postal
me perdí en el subte, se hacía de noche,
una puertorriqueña con ropa ajustada y estrás en las uñas me guió
en el museo había una noche de jazz, tragos y esplendor americano
en mi mente, una frase de Blanche en “Un tranvía llamado deseo”:
siempre creí en la buena voluntad de los desconocidos
desayunamos en el bar de Brodway y la 35
los mozos hablaban en español
en la tele pasaban flashes informativos
sobre el estado de la salud de Chávez
yo sólo quería derrumbarme a llorar en un banco del Central Park
entre los árboles pelados y las ardillas
pero debía ser una turista aplicada
fotografiar edificios y situaciones con mi cámara analógica
las puertas de los edificios estaban llenas de pinos de Navidad muertos
los recolectores latinos los levantarían y los llevarían en camiones de basura
para triturarlos y devolverlos a la tierra
luego vino el taxi manejado por un negro que no me hablaba
“this is Harlem?”, “yes”
lloré mucho en Nueva York
los que se fueron no vuelven.





Belén Iannuzzi 
(Buenos Aires, Argentina, 1979)
su nuevo blog LAS PLANTAS Y LAS COSAS
para leer MÁS

Märta Tikkanen, 2 poemas 2 (II)


Fotografía de Egor Shapovalov

Hubo un tiempo
en que yo escondía las botellas
y vaciaba rápidamente
las escurriduras
en las macetas y en los ceniceros
o las tiraba por la ventana
tan pronto como te volvías de espaldas

Ahora eso me importa un bledo
Cuanto más rápidamente te eches lo tuyo al cuerpo
más pronto te apagas
y antes puedo continuar
con lo que me gusta hacer
en lugar de tener que estar escuchando
tus monólogos
leerles a los niños
leer yo
o simplemente dormir
por mi cuenta
además no se necesita
esperar mucho ahora
cuando basta un dedal
para que te emborraches
y vomites inmediatamente
y te apagues

Es práctico
se ahorra tiempo
y dinero



Fotografía de Egor Shapovalov

En pleno centro de unas bajas presiones
pertinaces lluvias por todos los lados
las nubes de tormenta se amontonan más allá del bosque
la lluvia espera el momento de empezar a descargar

Como al principio de una borrachera
largos días húmedos por todos los lados
todavía puedes dormir cuando te quedas dormido

Nunca está nuestra casa tan calma






Märta Tikkanen 
(Helsinki, Finlandia, 1935)
de La historia de amor del siglo, Ediciones Hiperión, Madrid, 1989
Traducción y prólogo de Francisco J. Uriz 
Reeditado por Libros del Innombrable, 2010
para leer MÁS
extraído de ELECTRICIDADCONICTERICIA

23 de septiembre de 2013

Belén Iannuzzi, Lo único que extraño de fumar...


s/d del autor de la fotografía




lo único que extraño de fumar
es bajar por la madrugada
al playón de alguna terminal
cuando el micro para
en una ciudad fantasma
los pasajeros duermen
y alguien sube con una caja de cartón
atada con hilos
conversa con el chofer
le ceba un mate
y yo siento el aire frío profundo
pongamos de la patagonia
que llena mis pulmones
antes de la pitada inicial
esa que sosiega mis pensamientos
o los desata.





Belén Iannuzzi 
(Buenos Aires, Argentina, 1979)
su nuevo blog LAS PLANTAS Y LAS COSAS
para leer MÁS

22 de septiembre de 2013

Clementina Suárez, Combate (+1)


Fotografía de Marc Riboud (Jan Rose Kasmir)


COMBATE

Yo soy un poeta
un ejército de poetas.
Y hoy quiero escribir un poema,
un poema silbatos,
un poema fusiles
para pegarlos en las puertas,
en la celda de las prisiones,
en los muros de las escuelas.
Hoy quiero construir y destruir
levantar en andamios la esperanza.
Despertar al niño
arcángel de las espadas,
ser relámpago, trueno,
con estatura de héroe
para talar, arrasar
las podridas raíces de mi pueblo.

de El poeta y sus señales, 1969

FRAY

I am a poet,
an army of poets.
And today I want to write a poem —
a whistles poem,
a rifles poem —
to strike them in doorways,
in prison cells,
within the walls of schools.
Today I want to build and destroy,
to give hope a lift onto the scaffold.
I want to rouse the child,
archangel of swords,
to be lightning-flash and thunderclap
with a statue of a hero
to topple, to obliterate
the rotted roots of my people.

(Traducción de Dave Bonta)


COMBAT 

I am a poet, an army of poets.
And today I want to write a poem,
a whistle poem
a rifle poem.
To stick to the doors,
in prison cells,
on school walls.
Today I want to build and destroy,
to raise hope on scaffolds.
Wake the child
archangel of swords,
be lightning, thunder,
with a hero’s stature
to root out, raze
the rotten roots of my people

(Magaly Fernández)



B O N U S  T R A C K 


LAMENTOS EN EL ESPACIO 

Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
La noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.

Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.

La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido,
-sin darte prisa por salir de la noche-
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.

en De la desilusión a la esperanza, 1944 
extraído de EL OJO DE ADRIÁN




Clementina Suárez 
(Juticalpa, 1902 - Tegucigalpa, Honduras, 1991)
para leer Volver a imaginarlas: retratos de escritoras centroamericanas
Compilación de Janet N. Gold
Editorial Guaymuras, 1998
para leer + en HONDURAS POÉTICAS
+ en EMMA GUNST
un blog sobre su VIDA Y OBRA
en WIKIPEDIA


21 de septiembre de 2013

Ruth Daigon, La luna dentro


Obra de Mariana Palova 



LA LUNA DENTRO



Las mujeres saben cómo esperar.
Huelen el polvo, escuchan cómo se van apagando las ampolletas, 
y cuidan los niños
pálidos con el sueño.
Oyen el peligro
palpando las paredes, las aceras que se hunden,
y bordes de la ciudad
magullando el paisaje.
A través de largos corredores
murmuran entre sí
sobre las campanas de alarma
y cruces que se balancean,
sobre ojos amortajados y estrellas vacías
mientras que la luna dentro de ellas
da un lento, plateado respiro.

2

Ella sigue sacándolo
del fondo del Río Rojo
en acción detenida o cámara lenta
y el replay repite la escena del agua que salpica
floreciendo alrededor de sus caderas.
Corrige su zambullida,
restablece la promesa
de su forma, cada movimiento
claro en el instante de la caída.
El momento revertido,
lo rebobina
hasta donde él está quieto
sentado en la orilla.
Ahora ella se cubre la cabeza
con el cabello vuelto hasta las raíces.
Los gritos puestos en su boca
se convierten en suaves sílabas de nuevo.
Sus rajadas vestiduras son rehiladas,
la mesa puesta para su regreso.

3

Con el cuerpo extendido
permanece en atención
esperando la luz más brillante
y luego afila sus instrumentos.
Primero, los ojos sacados
para ver lo que fue visto,
las orejas probadas para oír lo que fue oído,
luego el corazón disecado
para encontrar lo que estaba perdido.
Toma tiempo cortar suavemente
el hueso y los nervios
del pasado,
cada golpe de cuchillo
una incisión de amor.
No hay entrada,
sólo penetración.
Cuando el cuerpo está
expuesto,
trepa dentro
cierra los bordes de la piel
y lentamente se cura a sí misma.

4

En su cocina, ella conoce
cada hoja roma,
asa desgastada, punta rota...
el pasado comprimido en acero.
Junto con el ruido sacramental de
tazas que chocan, labios saboreándose,
escucha el afilar de los cuchillos y machetes
que fragmentan los días en proporciones comestibles.
Diestramente en la tabla de cortar,
entrega sus diezmos vegetales
a la olla de barro, la ensalada,
el wok, tajadas y tajadas
en el corazón de las cosas.
Los cuchillos familiares la trinchan
en trozos servidos en la cena familiar.
De las sobras y los huesos
hace un caldo y se alimenta.

5

Yacía tendida sobre la mesa
entre un cántaro de leche
y una servilleta manchada. Una gigantesca
esponja barrió sus desmenuzadas partes
hasta el borde. Antes de des-
aparecer en la pala de basura,
recordó cuán simple
había sido la vida entre el tenedor
curvado y el cuchillo dentado.

6

Mil novecientos treinta fue una larga
y fría infancia acuñada en una cicatriz
y comida que llenaba media
despensa. Lamió
el muñón del lápiz e
hizo sus listas. Cada
item considerado, escrito,
borrado, reescrito
de acuerdo a lo que resonaba
en la tetera rota.
A las seis siempre
escuchaba las noticias y se quejaba
su cuerpo un vasto campo para
las víctimas de plagas, revoluciones,
guerras, cada quejido otro cadáver.
De pie planchaba, cada pasada
una preparación para el entierro,
un estiramiento de piernas,
un suavizar de rasgos,
un acto final de amor.

7

Una convención de mujeres mirando
el lente,
picnics
cumpleaños,
todo nadando en la superficie
del baño ácido...
una procesión de momentos de cartón
pobremente enfocados
con un espacio vacío
aquí y allí
como una predicción.







THE MOON INSIDE
                                     
1

Women know how to wait.
They smell the dust,
listen to light bulbs dim 
and guard the children
pale with dreaming.

They hear danger
tapping along walls,
sidewalks sinking
and edges of the city

bruising the landscape.
Down long corridors
they whisper to each other
of alarm bells

and balanced crosses,
of shrouded eyes and empty stars
while the moon inside them
takes a slow, silver breath.

                       2

She keeps pulling him up
from the bottom of the Red River
in stop action or slow motion
and replays the splash
blooming around his hips.

She corrects his dive,
restores the promise
of his form, each movement
clear in the instant of falling.

The moment reversed,
she reels him up
to where he's still
sitting on the bank.

Now, mother covers her scalp
with hair torn by its roots.
Screams sucked back into her mouth
become soft syllables again.

Her shredded clothes rewoven.
The table set for his return.

           3 

As the body's laid out,
she stands at attention
waiting for the clearest light
and then sharpens her instruments.

First, the eyes removed
to see what was seen,
ears probed to hear what was heard
then the heart dissected
to find what was missing.

It takes time to cut tenderly
into the bone and sinew
of the past,
each knife stroke
a loving incision.

There is no entrance.
Only entering.
When the body's exposed,
she climbs inside,
pulls closed the flaps of skin
and slowly heals herself.

            4 

In her kitchen, she knows
each blunted blade, worn handle, broken tip,
the past compressed in steel.

Along with sacramental noise of cups knocking, 
lips smacking, she hears carving knives and cleavers
splitting days into edible proportions.

Skillful at the cutting board, she pays her 
vegetable tithes to the crock pot, the salad,
the wok, slices and slices into the heart of things.

Familiar knives carve her into chunks served up 
for family supper. From the scraps and bones
she makes a broth and feeds herself.

            5

She lay sprawled on the table
between a pitcher of milk
and stained napkin.  A giant
sponge swept her crumbling parts
over the edge.  Before dis-
appearing into the dust pan,
she remembered how simple
life had been between the curved
fork and serrated knife.

            6

Nineteen-thirty was a long,
cold childhood wedged into a scar
and food that filled half
the cupboard.  She'd lick
the pencil stump and make her lists.
Each item considered, written, erased,
rewritten according to what jingled
in the broken tea pot.

At six o'clock, she always
listened to the news and groaned,
her body a vast burial ground for
victims of plagues, revolutions,
wars, each groan another corpse.
She stood ironing, every stroke
a preparation for the burial,
a straightening of limbs,
a smoothing of features,
a final act of love.

            7

a convention of women facing out
into the lens
picnics   birthdays
all swimming to the surface
of the acid bath
a procession of cardboard moments
poorly focused with here and there
an empty space
like a prediction




Ruth Daigon 
(Winnipeg, Manitoba, Canadá, 1923 - 
California, EE.UU., 2010) 
de Newton's Baby Press, 1997
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