Fotografía de Francisca Ribeiro |
Unos centímetros más abajo se acaba el suelo
como puerta con cerrojo. Una helada dura y adiós
lo no cosechado.
¿Con qué derecho chupa una vieja
las negras raíces, el rojo jugo que deben
ser para los niños?
Practicaba la magia, claro está.
Cuando se tiene tanta hambre
hacen falta garfios y garras.
A medianoche retenía el aliento, descruzaba los dedos
y le salían plumas de lechuza por todo el cuerpo,
como moho en la carne, sólo que más rápido.
Yo misma la vi cazando ratones
a la luz de la luna, silenciosa
como la sombra de la mano que proyecta una vela.
Buen disfraz, sin embargo la reconocí
al día siguiente por la pluma blanca
en el pelo.
Ardió muy bien, grasa gorda al fuego,
con grises gritos, devolviendo al aire
lo que nos quitó mientras nos resecaba.
Podría haberse salvado
con su voz de lechuza blanca,
pero antes le cortamos ciertas partes
para que no volase,
como los dedos, esas alas secretas…
La miramos arder hasta el hueso, y nos emborrachamos
después.
Su corazón nos sirvió de brasa
para reavivar la lumbre.
Así es nuestra cultura,
nada que les importe
a ustedes, gente de pies suaves
que ignoran
lo que es vivir pegados a la piedra.
OWL BURNING
A few inches down and the soil stops
like a bolted door. A hard frost and that’s that
for anything left unharvested.
Why should an old woman suck up the space,
the black roots, red juice that should be going
instead into the children?
Of course she practised magic.
When you’re that hungry
you need such hooks and talons.
Held her breath at midnight, uncrossed her fingers,
and owls’ feathers sprouted all over her
like mould on meat, but faster.
Saw her myself, hunting mice
in the moonlight. Silent
as the shadow of a hand thrown by a candle.
A good disguise, but I knew it was her
next day, by the white feather
caught in her hair.
She burned extremely, thick fat on fire.
Making grey screams. Giving back
to the air what she took when she shrivelled us.
She might have saved herself
with her white owl’s voice
but we cut parts off her first
so she couldn’t fly.
The fingers, those are the wings.
We watched her smoulder and got drunk after.
Her heart was the ember
we used to relight our stoves.
This is our culture,
no business of yours.
You have soft feet.
You don’t know what it’s like,
so close to bedrock.
(Ottawa, Canadá, 1939)
POETA/ENSAYISTA/NARRADORA/CRÍTICA/ACTIVISTA
de Morning in the Burned House, McClelland&Stewart, 1995
Houghton Mifflin, 1995, Virago Press, 1995Traducción de Amparo Pérez Arróspide
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5 comentarios:
Me sustrajo del hoy este poema...Gracias, Emma
Este poema estremece.
Gracias, un abrazo.
"Her heart was the ember
we used to relight our stoves.
This is our culture"
es hermoso cómo atwood disecciona el devenir del acontecimiento, el animal de lo no-animal...
abrazos.
No sabía que Margaret escribía poesía! Tengo un libro de ella pero de cuentos y es maravilloso. Gracias Miriam!
Es que, Mariela, ya ves que es una mujer mutante (jajajaja).
Besos.
PD: Y un poema mutante, claro, también, por supuesto.
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