Fotografía de Antonio Palmerini |
Me voy a arriesgar para contar, para simplemente contar lo que quise ser. Primeramente quise ser una caja de música. Sin duda alguna me la habían regalado, y me pareció maravilloso que con sólo levantar la tapa se oyese la música; pero sin preguntarle a nadie ya me di cuenta que yo no podía ser una caja de música, porque esa música por mucho que a mí me gustara no era mi música, que yo tendría que ser una caja de música inédita, de mi música, de la música, de la música que mis pasos, mis acciones..., y yo era una niña que no tenía remordimientos y aun sin ellos temía, o sabía, que una caja de música no podía ser. Pregunté a mi padre quiénes eran los templarios. Recuerdo que me dijo que eran unos caballeros, y yo era una mujer. Y esto se me quedó en el alma gestando porque yo quería ser un caballero y quería no dejar de ser mujer, eso no; yo no quería rechazar, yo quería encontrar y ser fecunda.
¿Qué otra cosa quise ser? Pues quise ser centinela, porque cerca de mi casa se oía llamarse y responderse ‘Centinela alerta’, ‘Alerta está’. Y así yo quería ser un centinela de noche. Y entonces yo volvía a preguntar si las mujeres podían ser soldados solamente para ser centinela. Y mi padre que no, que no podía ser. Y así cuando me di cuenta que no podía ser de hecho nada, encontré el pensamiento, encontré lo que yo llamaba, lo sigo llamando la filosofía
[...]
Nietzsche dijo que el amor está más allá del bien y del mal. Y sabía también esto. Lo mismo sucede con aquello que se da por amor, como yo he dado todo, que está más allá del bien y del mal, de la responsabilidad y que yo lo acepto. He aceptado siempre la verdad, me lleve donde me lleve, me traiga lo que me traiga; entonces mi autobiografía, ¿cuál podría ser?; pues todo, todo aquello que he dado y también lo que he querido dar y no he podido. Una autobiografía al par positiva y negativa. Lo negativo es más fácil de decir que lo positivo.
(de A modo de autobiografía, Anthropos Nº 70/71, Barcelona, 1987)
Fotografía de Antonio Palmerini |
2. EL ESPEJO DE LA AURORA
En la noche más cerrada y oscura del firmamento que llamamos cielo, sin que se sepa el porqué, se transforma su lisa negrura en un espejo. Ni luna ni estrellas andan en ello, y no hay que preguntarse, en este caso, porqué esta noche, de alma también, y ante todo, es el espejo, el fondo de un espejo, de una vida, de vida y de ser; espejo ni tan siquiera velado, rasgado velo de la luz que no cesa. Y entonces palabra no hay; aunque fuera en el más hondo abismo de la tierra, en el más afligido corazón, se da el espejo de la luz que no cesa. Y como no permanece, mas ha de volver, es también la aurora allí en el polo, en el centro de la oscuridad y la mudez, del silencio, del olvido del no-ser.
Madrid, 1986
María Zambrano
(Vélez-Málaga, 1904 - Madrid, España, 1991)
ENSAYISTA/PENSADORA/FILÓSOFA
sitio web: FUNDACIÓN MARÍA ZAMBRANO
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2 comentarios:
Alta escritora... que esta noche necesitaba leer. Agradecido.
Muy escasa es mi lectura de ella a pesar de tener un libro.
Es otra cuenta pendiente que deberé retomar.
Un abrazo Carlos
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