18 de noviembre de 2016

Jennifer Franklin, El filósofo no dijo


El caballo de Turín, 2011

EL FILÓSOFO NO DIJO

¿Qué secreto había descubierto Nietzsche
cuando caminaba las calles de Turín
antes de arrojar sus brazos alrededor
de un caballo que estaba siendo golpeado y colapsar
en un coma que duró una década?  Aferrándose
a la bestia marrón encogida de miedo, dijo
Madre, soy estúpido.  La cabellera salvaje y un traje
de tweed de tres piezas constreñían el cuerpo
que sostenía la mente que sabía demasiado.
¿Por qué estoy excavando respuestas de hombres muertos
cuando ellos estaban todos tan locos como yo?
El caballo, sus ojos huecos como los
del elefante birmano al que Orwell disparó
décadas más tarde, se parecía a toda
criatura traicionada. Quizás Nietzsche
vio el shock en los ojos del animal—
cómo todo humano contiene la capacidad
de infligir crueldad.  La mirada que se convierte
en reconocimiento, en resignación, en un ojo
que refleja un campo lleno de caballos caídos.

THE PHILOSOPHER DID NOT SAY

What secret had Nietzsche discovered
when he walked the Turin streets
before he flung his arms around
a horse being beaten and collapsed
into a decade-long coma? Clinging
to the cowering brown beast, he said
Mother, I am stupid. Wild hair and a three-
piece tweed suit constrained the body
that held the mind that knew too much.
Why am I mining dead men for answers
when they were all as mad as I am?
The horse, his eyes hollow as those
of the Burmese elephant that Orwell shot
decades later, had the look of every
betrayed creature. Perhaps Nietzsche
saw the shock in the animal’s eyes—
how every human contains the capacity
to inflict cruelty. The look that turns
to recognition, to resignation, to an eye
reflecting a field full of fallen horses.



JENNIFER DIXIT

"As a sophomore at Brown, I took Martha Nussbaum’s course on Nietzsche, in which we read most of his texts. Nussbaum’s brilliant mind and her expertise of the classics, ethics, and feminism greatly impressed me that autumn. My current poetry manuscript grapples with classical stoical and modern existential philosophy. The work is particularly influenced by Nietzsche’s concept of amor fati, love of fate, even—no, especially—in the face of tragedy. The poem is a meditation on what might have prompted Nietzsche’s last words—a possible dismissal of all that he had believed and all that he had written.”

(extraído de acá)



Jennifer Franklin
(Estados Unidos)
Reside en Nueva York
Coeditora de Slapering Hol Press
Traducción de Gabriela Adelstein
Propuesta de traducción de Emma Gunst
para leer MÁS
su WEB

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