ME ENCANTA CÓMO SE QUIEBRAN LOS HOMBRES
Me encanta cómo se quiebran los hombres
cuando sus esposas los abandonan,
sus envoltorios se retraen como la cáscara
partida de las castañas tostadas, exponiendo
la carne dulce y cremosa. Te llaman
y descargan sus corazones de la misma forma
en que una mujer se saca las joyas,
los aros pesados,
la cinta rígida del vestido y el corset,
y se desliza dentro de un kimono suelto.
Es como si los dos se hubieran tomado
unas medidas de un buen whisky escocés
y la nieve cayera
en el cono iluminado bajo el poste de luz,
los copos grandes y lentos bajan flotando
en el brillo opalescente.
Te cuentan de todo el dolor contenido en sus pechos,
sus pitos decepcionados, sus manos vacías.
Mientras examinan cuidadosamente las traiciones
y arrepentimientos,
la consciencia demoledora de cuánto se esforzaron,
el modo en que se bancaron el yugo
con una buena fe tan estúpida,
se vuelven cada vez más jóvenes. Lloran
con la inconsciencia de los niños.
Cuando te abrazan, se pegan.
Como alguien que necesitó anteojos mucho tiempo
y finalmente los consiguió- miran alrededor
por el puro placer de mirar: el detalle,
los bordes afilados de lo que el mundo tiene para ofrecer.
Y cuando se enamoran de nuevo, sólo mejora.
Sus corazones están todos rellenos como eclairs
y la crema desborda al tocarlos.
La aman, te aman a vos, aman a todos.
Sacan sus penas y sus dichas con olor a humedad
del sótano donde las habían metido
junto a los guantes de nieve
y las colecciones de monedas. Te cuentan cosas
que nunca le contaron a nadie.
Frescos después de amarlas, vienen brillando
como almas deslizándose en los cuerpos
de los bebés que están a punto de nacer.
Entonces pasa un año. O dos.
Como huesos rotos, vuelven a soldarse.
Crecen como pastos y arbustos y árboles
después de un incendio forestal, cubriendo la tierra
calcinada.
(...)
I LOVE THE WAY MEN CRACK
I love the way men crack
open when their wives leave them,
their sheaths curling back like the split
shells of roasted chestnuts, exposing
the sweet creamy meat. They call you
and unburden their hearts the way a woman
takes off her jewels, the heavy
pendant earrings, the stiff lace gown and corset,
and slips into a loose kimono.
It's like you've both had a couple shots
of really good scotch and snow is falling
in the cone of light under the street lamp –
large slow flakes that float down in the amber glow.
They tell you all the pain pressed into their flat chests,
their disappointed penises, their empty hands.
As they sift through the betrayals and regrets,
their shocked realization of how hard they tried,
they way they shouldered the yoke
with such stupid good faith–
they grow younger and younger. They cry
with the unselfconciousness of children.
When they hug you, they cling.
Like someone who's needed glasses for a long time –
and finally got them – they look around
just for the pleasure of it: the detail,
the sharp edges of what the world has to offer.
And when they fall in love again, it only gets better.
Their hearts are stuffed full as èclairs
and the custard oozes out at a touch.
They love her, they love you, they love everyone.
They drag out all the musty sorrows and joys
from the basement where they've been shoved
with mitts and coin collections. They tell you
things they've never told anyone.
Fresh from loving her, they come glowing
like souls slipping into the bodies
of babies about to be born.
Then a year goes by. Or two.
Like broken bones, they knit back together.
They grow like grass and bushes and trees
after a forest fire, covering the seared earth.
They landscape the whole thing, plant like mad
and spend every weekend watering and weeding.
de Mules of Love, Vol. 1. © BOA Editions, Ltd., 2002
Ellen Bass
(Filadelfia, Pensilvania, EE.UU., 1947)
POETA/DOCENTE
POETA/DOCENTE
en Todos los platos del menú, Gog&Magog, 2020
Traducción de Daniela Aguinsky y Valentino Cappelloni
para leer + en EMMA GUNST
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+ en REVISTA CRÍTICA
+ en ETERNA CADENCIA
Qué buena! Me encantó!
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