¿Cuánto debe morir
para que algo nazca?
¿Cuánto queda sepultado
para que una mañana
ese fruto esté en tu mano?
¿Cuántos días iguales
para que uno solo perdure?
¿Cuánto de mí muere
y cuánto nace
cada vez que escribo?
Fotografía de Alessandro Passerini |
Una noche al poner la mesa
pierdo el equilibrio
como si de pronto cayera enferma.
Los platos son demasiado hondos
los tenedores tiemblan en mi mano
el piso no es estable.
Algo se ha movido
no sé si dentro o fuera
de la casa o de mi cuerpo.
No quiero soltar los cubiertos
ni llamarte
para que seas parte del miedo.
Dicen las visitas
que todavía es verano
y afuera hace calor.
Pero dentro del hospital
no hay estaciones
la enfermedad
sopla un aire triste
y oscurece el semblante
de los que duermen.
Ahora que alguien ha dicho
la palabra "final"
en este cuarto en el que casi siempre
estoy dormida
ahora que todo parece definitivo
y sin embargo incompleto
inmóvil y aún así
en constante mutación
ahora que no hay otras estaciones
que el calor o el frío de la fiebre
ponés toallas húmedas
sobre mi frente
me abrigás con frazadas
te acostás a mi lado vestido
y nos dormimos de la mano
ahora que alguien ha dicho
la palabra "final"
¿de dónde viene esta paz?
A Mateo
Escucho la voz de un niño
que me habla al oído
con su cara pegada a la mía.
Tengo los pies helados
la cabeza ardiendo de fiebre
no puedo abrir los ojos
ni dejar de temblar.
Aunque no le responda
la voz insiste
repitiendo en mi oído:
"Despertate, Ma".
No ha dejado de llover
durante días
y los diluvios
desde que estoy postrada
me dan miedo.
–Sigue lloviendo.
Te digo con los ojos cerrados.
–Es linda la lluvia.
Me respondés.
–Las cicatrices duelen.
Como esa pareja que pintó Van Gogh
que ha dejado a un costado
los zapatos viejos
(la huella de la pobreza)
y la hoz
(el acecho de la muerte)
te acostás a mi lado
y nuestros cuerpos se rozan
como dos nubes dormidas.
Recuerdo el silencio triste
de las salas de espera
y cuánto sepulté bajo las sábanas
de una cama de hospital
vuelvo a sentir el dolor
y la fe de mi madre
sentada al borde de esa cama
como al pie de la cruz.
mientras recibo la tibieza
de un nuevo amanecer
desde las ventanas de mi casa
y en mi corazón resuena
"¡Talita cumi!"
de Cuánto debe morir para que algo nazca, que se presentará el miércoles 15 de mayo, a las 19 horas, en la Alianza francesa (Ayacucho 46) Ciudad de Córdoba |
(Córdoba, Argentina, 1972)
POETA/LICENCIADA EN LETRAS MODERNAS/
ESCRITORA/DOCENTE/INVESTIGADORA
de Cuánto debe morir para que algo nazca, Narvaja Editor, 2024
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Qué belleza!!
ResponderEliminarMuchas gracias por la difusión y por la belleza de las imágenes seleccionadas!
ResponderEliminarPoemas extraordinarios!
ResponderEliminarAlfonsina querida, de tanto dolor renace tanta belleza!!!
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