Fotografía de Trine Søndergaard |
REMISIÓN ESPONTÁNEA
En el raro ejemplo, desaparece
hasta el final—
o en medio—
nadie sabe,
de una fiebre, extrema,
sin relación con el cáncer:
desaparece la leucemia de una niña
cuando se despierta
de una varicela, el tumor
de una mujer disuelto
en su pecho luego
de que el calor la consume
dos días completos. Tal vez
esa remisión es el resultado
de la tosca sorpresa
de la enfermedad arcaica,
negligente, casi todas las fiebres,
ahora, son obsoletas— el polio,
la rubeola, la influenza,
cosas del pasado,
del frasco y las jeringas.
Y así, por qué no,
me pregunto cómo
podría engendrarla,
inmunizada
como estoy contra
todo excepto lo que
se ha apoderado
de mí. Idiopático
debe ser, entonces,
algo como un enemigo
propio, forjado dentro de mí,
desconocido.
Podría enterrarme
a mí misma en una zanja
hecha de carbón
y cenizas, como
cuando mi padre hacía fuego;
podría envolverme
en una quemadura
de vapor; podría inyectarme
a mí misma de malaria,
el calor incansable
de una selva sin nombre—
hacer, de algún modo,
que la velocidad del calor
sea tan intensa, y que decida
volverme clara
y radiante, la piel de mi cráneo,
mi cráneo una nube
como un diente de león
con su aura enloquecida
de semillas, lo que me enseñaron
cuando era pequeña
a soplar
como una flama, los palitos
de semilla que quedaban
mi madre me dijo
que los interpretara como el tiempo.
Y cuando despierto
como en la cama
de mi niñez, ya se habrá
roto, todo,
el velo de agua
sembrada sobre mi ceja
una señal ahí: algo
atomizado, desterrado,
ahora, explotado,
por el incendio que se ha
convertido en el Dios en mí.
SPONTANEOUS REMISSION
In the rare example, it disappears
in the aftermath—
or in the midst—
who can tell,
of a fever, extreme,
unrelated to the cancer:
a girl’s leukemia gone
when she awakes
from smallpox, a woman’s
tumor dissolved
in her breast after
heat consumes her for
two full days. Perhaps
such remission is the result
of the rude surprise
of the archaic, derelict
malady, most fevers made,
now, obsolete—polio,
rubella, influenza,
things of the past,
of vial and syringe.
And so, why not,
I consider how
I might engender it,
immunized
as I have been against
all but what has
taken this hold
in me. Idiopathic
it must be, then,
something fiendishly
mine, inwrought,
unknown to it.
I could bury
myself in a pit
I will make of coals
and ash the way
my father banked a fire;
I could enshroud
myself in a scald
of steam; I could inject
myself with malaria,
an unnamed jungle’s
hot restlessness—
somehow make
the velocity of heat
so intense and decided
that I become clear
and radiant, my scalp,
my skull a nimbus,
like a dandelion’s filling out
with its crazed halo
of seed, what I
was taught when small
to blow out
like a flame, the remaining
seed slim pins
my mother told me
to tell as time.
And when I wake
as from the childhood
bed, it will have
broken, all of it,
the veil of seeded
water on my brow
a sign there: something
atomized, cast
out, now, blown away,
by the arson that has
become the God in me.
Claudia Emerson
(Chatham, Virginia, EE.UU., 1957 - 2014)
(Chatham, Virginia, EE.UU., 1957 - 2014)
PREMIO PULITZER DE POESÍA 2006
en Southern Review, vol. 52, núm. 1, invierno de 2016, pp. 158-160.
Versión de Dante A. Saucedo
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