Adriana Varejão, fotografiada por Christian Gaul |
ADESSO CAPISCO (*)
cuando te ibas, después de saludarme
con la palma hacia abajo alargaste tu mano
en un gesto que invitaba, más que despedía
y recién cuando la mía completó
el puente que por un instante nos unía
dijiste: una alegría.
no comprendí la referencia y pregunté
por el suceso que en ese estado te tenía
verte, tonto! respondiste
y tu risa fue un relámpago
que iluminó esa noche de apatía.
Ahora entiendo esta recurrente manía
escribo, para habitar nuevamente aquel momento
en que tu mano me invitaba, verme te alegraba
y tu risa de fuego me encendía.
con la palma hacia abajo alargaste tu mano
en un gesto que invitaba, más que despedía
y recién cuando la mía completó
el puente que por un instante nos unía
dijiste: una alegría.
no comprendí la referencia y pregunté
por el suceso que en ese estado te tenía
verte, tonto! respondiste
y tu risa fue un relámpago
que iluminó esa noche de apatía.
Ahora entiendo esta recurrente manía
escribo, para habitar nuevamente aquel momento
en que tu mano me invitaba, verme te alegraba
y tu risa de fuego me encendía.
Que bien encenderse. Besos.
ResponderEliminarMe quedo con el ultimo párrafo. Lindo.
ResponderEliminarMe quedo con el ultimo párrafo. Lindo.
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