Fotografía de Annelie Vandendael |
Que se levanten los muertos.
Ya que los vivos no parecen estarlo
que se levanten los muertos.
Pero no sólo a quiénes descerrajaron un tiro.
No sólo a los que fusilaron ante un pelotón.
No sólo quiénes murieron luchando
por lo que creían o por lo que tocaban
en la guerra que los otros inventaron.
No sólo a los que mataron en las cárceles.
No sólo esos.
No.
Sino también
que se levanten también aquellos
a los que mataron la vida,
sobre todo aquellas a las que robaron
la ilusión y la esperanza,
a las que robaron la posibilidad
sólo atisbada
de ser ellas.
Que se levanten aquellos
aquellos muertos
que dejaron de enseñar,
que dejaron de vivir,
aquellos muertos que volvieron a estar casados
con hombres o mujeres
con los que no querían;
aquellos hombres a los que les quitaron
el pan, el sueño y la palabra.
Que se levanten todos.
Que se levanten todos
y por fin sin paciencia y con ira
les crucen la cara
en un gesto de duelo,
de duelo por sí,
de duelo por nosotros,
por sus hijos e hijas y nietos y nietas;
que les crucen la cara
a éstos
que nunca dejaron de estar levantados;
a éstos
que no sólo ganaron las armas
sino que además de robarnos la historia
quieren volver a quitarnos el futuro.
Que se levanten los muertos.
Que se levanten los muertos
porque vivos y vivas
parecen estar
debajo de un montón de paletadas
de tierra
de tierra yerma.
Que se levanten los muertos,
que los arrinconen y les recuerden
ellos ya muertos
sin nada que perder
sin nada que ganar
a los hijos y las hijas y los nietos y las nietas de esos otros
cuál es el espacio en que debieran estar
ellos que nacieron muertos.
Fotografía de Annelie Vandendael |
Te enamoras de nuevo. Sientes que quieres de un modo diferente. Se te acelera el pulso cuando lo ves, cuando lo presientes, cuando lo recuerdas, cuando lo sueñas, cuando ni lo echas de menos. La piel se te vuelve viva, y hambrienta. Te descubres alerta, más carne y más deseo. Todo tiene olores y colores y sabores y sonidos de estreno. Y el tacto... hasta el papel adquiere uno más intenso, es mucho más suave y más rugoso.
Y a veces lo consigues. Eres correspondida. Todo parece diferente, nunca has sido tan piel, nunca tan sueño, nunca has volado tan alto tocando tanto el suelo.
Pasa el tiempo. Y un día amaneces con frío y cuando estiras el brazo no encuentras nada con que abrigarte. O lo que encuentras no abriga ya. Y poco a poco -no se suele tirar bruscamente- se agranda la distancia. Y te das cuenta de que hace tiempo que no te acaricia un folio ni te huele la sal en la cocina. Ya ni te mete mano la toalla. Y no hay más cera que la que arde. Y ésta no quema.
Después de algún tiempo lo que más echas de menos es a ti misma en vuelo -en celo-. Tu carne, tu deseo, tu conciencia... Ya estás lista. De nuevo.
Fotografía de Annelie Vandendael |
He vuelto a echarlo de menos hoy.
No a ti cuando me querías.
A mí cuando te quería.
A eso.
De nuevo.
Hoy.
RÍNDETE
Ya sé que rendirse tiene mala prensa.
Pero ríndete.
Deja que el dolor te doble.
Que el miedo te pare.
Que el sueño te venza.
Ríndete.
Doblada. Parada. Vencida.
Levántate.
Tú yo sabemos que
de nuevo.
Estárás lista.
ph Alexander Rol |
Carmen del Río Bravo -Carmen Gc-
(Valladolid, España)
me han encantado los cuatro!! pero el último... ay! el último me ha impresionado mucho!!!
ResponderEliminarbesotes guapa!!
Maravilla!
ResponderEliminar¡Geniales!
ResponderEliminarGracias, Miriam. Un placer y un honor.
ResponderEliminarSalud, abrazo.
Me encantó el primero, abrazo desde el sur
ResponderEliminar