Fotografía de Anka Zhuravleva |
CUERDAS
Seis cuerdas, la guitarra.
Un violín, tiene cuatro.
Después de la veintisiete,
me perdí con las del piano.
Yo no soy cuerda,
decía mi padre.
Si las otras dos, mis hermanas.
Pero igual vibraba.
Mi madre lo era
en los comienzos,
cantaba.
Un día
desafinó
y los compases
se llenaron de silencios.
Victoria Sibelles
(Córdoba, Argentina)
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Yo tampoco soy cuerda. Me encantó esa metáfora. Justo escribí un pequeño relato que habla de música en determinado párrafo y ahora pienso que es bueno tener quién la afina a una cuando está medio desafinada. Sí. Muy bueno, me gustó.
ResponderEliminarDebería decir: quién la afine, no quien la afina. Claro. Beso.
ResponderEliminarMalo cuando la madre no canta. Y bueno, me da a mi que la poeta vibraba más que las hermanas...Original poema. Besos!!
ResponderEliminarEsa desafinación final es un gancho al hígado, o quizá, un golpe bajo. Un abrazo.
ResponderEliminarAy qué liiiindooo!! De los cortitos y agudos!! Un día
ResponderEliminardesafinó
y los compases
se llenaron de silencios. Qué bueno volver a leerte M! Pero es que estoy en Artigas, casa materna y cuando vuelva sigo con mi pc que me impide visitarte!! Beso
que hermoso poema!!!!!!
ResponderEliminarRegreso y entonces los días, la espuma, esa invasión de madrugadas hacen que te despiertes en el comienzo...
ResponderEliminarBello poema, querida lectora empedernida.