Fotografía de Masha Sardari |
Por eso dedicamos nuestros libros
a los muertos.
Porque tenemos la vana convicción
de que nos escuchan.
Nosotros, cómplices de oficios
menos inocentes,
creemos que seremos dioses
en otros mundos
porque pensamos que la felicidad
es la distancia del milagro
cuando soñamos con una palabra,
cuando vemos alzarse los aviones.
Por eso me volví poeta
porque pasa lento el tiempo en soledad.
¿No es apenas un peligroso instante
lo que sostiene nuestra cordura?
¿No depende la locura
de nuestra única, frágil, cuerda?
¿No pende ella de un solo término,
del preciso término
aquel que nos salva
o nos condena?
porque pasa lento el tiempo en soledad.
¿No es apenas un peligroso instante
lo que sostiene nuestra cordura?
¿No depende la locura
de nuestra única, frágil, cuerda?
¿No pende ella de un solo término,
del preciso término
aquel que nos salva
o nos condena?
C’est pour ça que nous dédions nos livres
aux morts.
Parce qu’on a la vaine conviction
qu’ils nous écoutent.
Nous, complices de fonctions
moins innocentes,
croyons que nous serons des dieux
dans un autre monde
parce qu’on pense que le bonheur
est la distance du miracle
quand on rêve avec un mot,
quand on voit s’élever les avions.
C’est pour ça que je suis devenue poète
parce que lentement le temps passe en solitude.
N’est-ce pas à peine un dangereux instant
ce qui soutient notre raison?
La folie ne dépend-elle pas
de notre unique et fragile corde?
N’est-elle pas suspendue à un seul terme,
au terme précis
qui nous sauve
ou nous condamne?
(Traducción al francés de Stéphane Chaumet)
NO HAY NADA QUE ME DUELA MÁS
No hay nada que me duela más
que el dolor de mis padres
por sus padres muertos.
Cuando brindan calladamente en su memoria,
en un almuerzo frente a su niña linda viva.
Cuando mi mamá le lleva flores
a su mamá en el cementerio.
Yo me veo frente a su tumba
llorando algún día.
Porque ya no la tengo,
y ella ya no tiene a su niña linda.
Me acordaré que me contaba
cuentos sobre su mamá que a mí me aburrían
como una forma de dejar un atisbo
de su memoria.
Yo estaré alerta de rescatar que:
a mi papá de niño sólo le podían dar un penny
para ir a jugar a
Coney Island.
Que mi mamá se estrujó toda la vida
entre sentimientos de culpa
porque en su época no existía
el confort de los psiquiatras.
Martha Kornblith
(Lima, Perú, 1959 - Caracas, Venezuela, 1997)
(Lima, Perú, 1959 - Caracas, Venezuela, 1997)
de Oraciones para un dios ausente, Monte Ávila Editores, 1995
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Los relatos nos enseñan las leyes de la comunidad y distribuyen el sufrimiento. A través de las historias, el individuo siente que su sufrimiento puede ser compartido por los demás. El relato trae consigo lo que la comunidad debe saber para sobrevivir; ése es el sistema de conocimiento al que me refiero. Una narración hecha de mentiras es más perspicaz, aguda y útil que una respetuosa de los hechos. Soy Homero, el hermano ciego.
ResponderEliminarE. L. Doctorow
Disculpa mi prosa. Hoy me levanté cabezón y ahora estoy pletórico. Espero que a ti te courra igual.
Buenos días
hermosos poemas, el segundo hizo que me erizara... yo prefiero ni pensar en cuando mis padres no esten...
ResponderEliminarBeso grandote ya estaba extranianado* pasar por aqui =)
*(no tengo enie)
De mucho impacto. La muerte y sus tantas conjeturas.
ResponderEliminarSaludos.
Nos apoyamos en la memoria de la generación anterior,como eslabones que dan continuidad y sentido para elaborar nuestro presente.
ResponderEliminarMe encanta este poema Martha Kornblith.
Te mando un abrazo
Que razón tienes, ellos nos cuentan historias que a veces nos cuesta escuchar, y como las echamos de menos cuando nos faltan...
ResponderEliminarQuién sabe. Quizá, sólo tenemos ese vano sueño de que los muertos anden por ahí...
ResponderEliminarAntonio, mi día es bueno, con sueño pero muy bueno! Me gustan las citas que dejás, siempre.
ResponderEliminarJoven...no es un vano sueño, al menos no para mí. Y eso que yo no escribo! =)
ResponderEliminarSi María C. la herencia es enorme, siempre queda algo, no se puede luchar contra ello.
ResponderEliminarHalcón, es un tema recurrente en mí. Podría cambiar la frase de Ortega y Gasset, en vez de "Yo y las circunstancias" sería: "Yo y mis muertos"...!
ResponderEliminarIsza!!! voy para allá!
ResponderEliminar¡Verdaderamente hermosos!
ResponderEliminarBesote enorme
El segundo es precioso dentro de su tristeza, realmente duro lo de imaginarse a uno mismo ante la tumba de sus padres como nuestros padres ante la de los abuelos. El primero delicioso, también a mi me gusta creer que lo que escribimos lo escuchan los no presentes... puede resultar ridículo, pero ayuda, supongo que uno escribe siempre pensando en alguien concreto, y soñando que ese alguien lo lea.
ResponderEliminarbesos