Rosa Parks sonríe durante una ceremonia en la que recibió la Medalla de la Libertad del Congreso en Detroit. 28/11/1999 |
TERCIOPELO ROJO
(para Rosa Parks, 1913-2005)
La gente siempre dice que no cedí mi asiento porque estaba cansada, pero no es cierto. No estaba cansada físicamente, o no más cansada de lo que solía estar al final de una jornada laboral.
No – lo único que estaba – era cansada de rendirme.
I
Montgomery, Alabama, 1955
El marco: una caja rodante con ruedas.
Los actores: Mr. Joe Singleton, Rev. Scott,
Miss Louise Bennett, Mrs Rosa Parks,
Jaboc & Junie (gemelos fraternales, catorce años)
El juego: Paga tu Cabeza India al conductor,
luego bájate del autobús.
Luego, camina hasta la puerta al final del autobús.
(Luego, aprieta repetir durante cincuenta años)
A veces, el conductor se iba,
antes de que el cliente que había pagado
pudiese llegar a la única puerta abierta.
Harta de autobuses yéndose – sin ellos –
justo en el momento que alzaba su pie, rozando, el escalón metálico:
No era una niña. Estaba en los cuarenta.
Una costurera. Una mujer fiel a
las cosas hechas a mano.
Había crecido en un lugar:
donde sólo la gente blanca tenía poder,
donde sólo la gente blanca pasaba los buenos trabajos
a otra gente blanca,
donde sólo la gente blanca prestaba dinero
a otra gente blanca,
donde sólo la gente blanca era considerada humana
por otra gente blanca,
donde sólo los hijos de la gente blanca tenían libros
nuevos el primer día de colegio,
donde sólo la gente blanca podía conducir a la tienda
a medianoche a por leche
(sin tener que mirar por el retrovisor).
II
Una costurera trae tela e hilo, cuellos & dobladillos,
ojales, todo junto. Es alguien que sabe manejarse
con el terciopelo.
Arqueándose sobre un río de tela tantea su decisión,
pero no corta, no hasta que los alfileres estén en su sitio,
marcándolo todo; luego, todo confluirá.
Nueve meses después, 1 de diciembre, 1955, Claudette
Colvin, quince años, es arrestada por quedarse sentada; antes de eso,
Mary Louise Smith. El tiempo de actuar, sujetado por dos alfileres.
III
La costurera de Montgomery espera y espera al
autobús en la Avenida Cleveland. Se sube,
fila cinco. La fila cinco es la primera fila de la sección
de Color. El conductor, que intentó dejarla aquel día,
la había dejado doce años antes. Pero doce años
antes ella tenía sólo veintiocho años, todavía una cría para
el duro trabajo de la resistencia.
A los cuarenta y dos has ensamblado & cosido muchas cosas
en la Alabama segregada. Has oído
“chica negrata” más veces de las que puedes hilvanar
tus modales y calmarte. Has olido al miedo cortar a través
del aire como el hierro sulfúrico de las fábricas de papel. Los pantalones,
camisas y calcetines que has zurcido a la perfección, rutinariamente,
caminan perfectos, rutinariamente, a tu lado. (Buenas. Qué hay.)
Aquellos moviéndose por ahí tan cómodos en tu ropa bien hecha,
bien cosida, escupen rutinariamente, fallan por poco tu manga
perfectamente planchada.
A los cuarenta y dos, tus preferencias son claras, tus costuras están inter-
conectadas, tu paciencia con los imbéciles, tan fina como una navaja.
A los cuarenta y dos, tu corazón pesa de esclavitud, de linchamientos,
y de lecciones para ser “buena”. Has escuchado
7884 sermones de domingo sobre como Dios hizo a cada
mujer a su imagen. Puedes pensar mucho con
un dedal en tu pulgar. Has cogido los bajos de
8230 faldas para amables y bienintencionadas mujeres blancas
en Montgomery. Has soltado el dobladillo de
18809 pantalones para chicos blancos en la edad de crecer. Te has
pinchado el dedo 45203 veces. Has callado para siempre.
IV
1 de diciembre, 1955: no te habías dado cuenta de quién
conducía el autobús. No hasta que te subiste. Luego
te acordarías, “lo único que quería era llegar a casa.”
El conductor, que te dejó tirada cuando tenías
veintiocho, no volverá a tener el placer
de dejarte tirada otra vez. Cuando
te pide que te muevas cruzas tus pies a la altura del tobillo.
Bueno – tendré que pedir que te arresten.
Y tú, tú con tus cuarenta y dos años, con tus
21199 cremalleras perfectas, tú con tu preciosa
nación de costuras perfectas desfilando todas en su sitio, por
todo Montgomery, Alabama, en las espaldas &
cinturas de negros & blancos por igual, le respondes,
Bueno – adelante puedes hacerlo.
Te arrestan un jueves. Esa noche en
Montgomery, Dr King lidera un canto, “Llega
un momento en que la gente simplemente se cansa.” (No
estaba totalmente en lo cierto, pero era un King.) Te pidió
que te levantases para que tu gente pudiese verte. Te
levantaste. ¡Veritas! No hablas. La indeleble
tinta azul todavía en tu pulgar diciendo, ¡Basta!
Piensas en las cualidades del terciopelo: fuerza
& flexibilidad. Con qué poder sujeta el hilo y
no lo deja escapar. Te abrazas a tu bolso,
las luces azules trazan tu pulgar, resplandeciendo
en el auditorio oscuro.
El lunes en los juzgados, el rocío
sudando en la hierba, caminas por la acera
en un vestido negro con mangas largas, tu cuello blanco
y puños perfectos alzándote,
almidonados en el aire de Alabama. Un esbelto sombrero
de terciopelo negro, un abrigo gris, guantes blancos. Sujetas tu
bolso cerca: todo lo valioso se guarda cerca
de la barriga, igual que habías visto hacer a tu propia madre.
Estás prístina. Puntillosa. Excepcional.
Una costurera. Toda tú recogida y
en tu sitio. Una chica en la multitud, enseñada
a no gritar, gritos, “¡Oh! ¡Se ve tan dulce! ¡Oh!
Esta vez se han metido con la persona equivocada.”
No puedes seguir metiéndote con una preciosa
mujer negra que sabe manejarse con el terciopelo.
Una mujer que puede coger el algodón y la gabardina,
la sirsaca y la seda, tapices circulares y lana
cocida colgando para las cortinas de la casa,
milimétricamente. A una mujer hecha de todo esto no se
la debe subestimar nunca, nunca se le debe pedir que se mueva
a la parte de atrás de nada, jamás se la debe arrestar.
Una mujer que cree que es digna de todas
las cosas posibles. Piadad. Gracia. Bondad. Tanto si
lo crees o no, no ha venido a la Tierra para tocar
Ring Around Your Rosie en tu circo
ambulante de transporte público.
Una mujer que entiende la forma de la simplicidad,
que viste un brazalete circular de alfileres ahí,
en la pequeña curva de su muñeca, una mujer
sagaz y en su sitio que tiene la ayuda de todas las cosas, afilada cual aguja,
plateada, dedicada, eléctrica, puede atraer las telas y a otros
hacia ella, por las pequeñas aberturas que ella y otros
antes han hecho.
Pueden meterse
con una mujer atada, demasiadas veces ya.
Con alfileres balanceándose en las esquinas
de su labios levemente abiertos, esperando a marcar
la puntada, sus dedos hilvanando,
girando en la riostra rojo sangre,
a través de sus dientes apretados levemente
te dirá, sin mirar nunca
hacia ti,
Usted haga lo que tenga que hacer &
Yo haré lo mismo.
Traducción de Ángel Talián
RED VELVET
(for Rosa Parks, 1913-2005)
People always say that I didn't give up my seat because I was tired, but that isn't true. I was not tired physically, or no more tired than I usually was at the end of a working day. No--the only thing I was--was tired of giving in.
Rosa Parks
I
Montgomery, Alabama, 1955
The setting: A rolling box with wheels
The players: Mr. Joe Singleton, Rev. Scott,
Miss Louise Bennett, Mrs. Rosa Parks,
Jacob & Junie (fraternal twins, fourteen)
The game: Pay your Indian head to the driver,
then get off the bus.
Then, walk to the door at the end of the bus.
Then, reboard the bus through the Black back door.
(Then, push repeat for fifty years.)
Sometimes, the driver pulled off,
before the paid-in-full customer
could get to the one open door.
Fed up with buses driving off--without them--
just as her foot lifted up, grazing, the steel step:
She was not a child. She was in her forties.
A seamstress. A woman devoted to
handmade things.
She had grown up in a place:
where only white people had power,
where only white people passed good jobs on
to other white people,
where only white people loaned money
to other white people,
where only white people were considered human
by other white people,
where only the children of white people had new
books on the first day of school,
where only white people could drive to the store
at midnight for milk
(without having to watch the rearview).
II
A seamstress brings fabric and thread, collars & hems,
buttonholes, together. She is one who knows her way
around velvet.
Arching herself over a river of cloth she feels for the bias,
but doesn't cut, not until the straight pins are in place,
marking everything: in time, everything will come together.
Nine months after, December 1, 1955, Claudette
Colvin, fifteen, arrested for keeping her seat; before that,
Mary Louise Smith. The time to act, held by two pins.
III
The Montgomery seamstress waits and waits for
the Cleveland Avenue bus. She climbs aboard,
row five. The fifth row is the first row of the Colored
section. The bus driver, who tried to put her off that day,
had put her off twelve years before. But twelve years
before she was only twenty-eight, still a child to the
heavy work of resistance.
By forty-two, you have pieced & sewn many things
together in segregated Alabama. You have heard
"Nigger Gal" more times than you can stitch your
manners down. You have smelled fear cut through
the air like sulfur iron from the paper mills. The pants,
shirts, and socks that you have darned perfectly, routinely,
walk perfectly, routinely, by you. (Afternoon. How do.)
Those moving along so snug in your well-made, well-sewn
clothes, spit routinely, narrowly missing your perfectly
pressed sleeve.
By forty-two, your biases are flat, your seams are inter-
locked, your patience with fools, razor thin.
By forty-two, your heart is heavy with slavery, lynching,
and the lessons of being "good." You have heard
7,844 Sunday sermons on how God made every
woman in his image. You do a lot of thinking with
a thimble on your thumb. You have hemmed
8,230 skirts for nice, well-meaning white women
in Montgomery. You have let the hem out of
18,809 pant legs for growing white boys. You have
pricked your finger 45,203 times. Held your peace.
IV
December 1, 1955: You didn't notice who was
driving the bus. Not until you got on. Later you
would remember, "All I wanted was to get home."
The bus driver, who put you off when you were
twenty-eight, would never be given the pleasure
of putting you off anything ever again. When he
asks you to move you cross your feet at the ankle.
Well--I'm going to have you arrested.
And you, you with your forty-two years, with your
21,199 perfect zippers, you with your beautiful
nation of perfect seams marching all in place, all
around Montgomery, Alabama, on the backs &
hips of Black & white alike, answer him back,
Well--You may go on and do so.
You are arrested on a Thursday. That night in
Montgomery, Dr. King led the chant, "There
comes a time when people just get tired." (He
wasn't quite right, but he was King.) He asked
you to stand so your people can see you. You
stand. Veritas! You do not speak. The indelible
blue ink still on your thumb saying, Enough!
You think about the qualities of velvet: strength
& sway. How mighty it holds the thread and
won't let go. You pull your purse in close,
the blue lights map out your thumb, blazing
the dark auditorium.
On Courthouse Monday, the sun day dew
sweating the grass, you walk up the sidewalk
in a long-sleeved black dress, your white collar
and deep perfect cuffs holding you high and
starched in the Alabama air. A trim black velvet
hat, a gray coat, white gloves. You hold your
purse close: everything valuable is kept near
the belly, just like you had seen your own mother
do. You are pristine. Persnickety. Particular.
A seamstress. Every thing about you gathered
up and in place. A girl in the crowd, taught not to
shout, shouts, "Oh! She's so sweet looking! Oh!
They done messed with the wrong one now."
You cannot keep messing with a sweet-looking
Black woman who knows her way around velvet.
A woman who can take cotton and gabardine,
seersucker and silk, swirl tapestry, and hang
boiled wool for the house curtains, to the very
millimeter. A woman made of all this is never to
be taken for granted, never to be asked to move
to the back of anything, never ever to be arrested.
A woman who believes she is worthy of every
thing possible. Godly. Grace. Good. Whether you
believe it or not, she has not come to Earth to play
Ring Around Your Rosie on your rolling
circus game of public transportation.
A woman who understands the simplicity pattern,
who wears a circle bracelet of straight pins there,
on the tiny bend of her wrist. A nimble, on-the-dot
woman, who has the help of all things, needle sharp,
silver, dedicated, electric, can pull cloth and others
her way, through the tiny openings she and others
before her have made.
A fastened woman
can be messed with, one too many times.
With straight pins poised in the corner
of her slightly parted lips, waiting to mark
the stitch, her fingers tacking,
looping the blood red wale,
through her softly clenched teeth
she will tell you, without ever looking
your way,
You do what you need to do &
So will I.
de Head Off & Split, 2011
National Book Award 2011
Head Off & Split, 2011 |
F R A G M E N T O S
Not a girl any longer, she is capable of her own knife-work now.
She understands sharpness & duty.
She knows what a blade can reveal & destroy.
*
She has come to use life’s points and edges to uncover life’s treasures.
She would rather be the one deciding what she keeps and what she throws away.
*
“...The coral bed of my/
afterlife is washed into the drain Without comment/
The highest bidder raises her hand I am tossed into/
the icy silver bowl A lifetime of waiting Hungering/
to be called Delicious.”
*
Create a pleasure that can stir up the world
Careful to the very end what you deny, dismiss, & cut away
*
THE CLITORIS
The longest clitoris of record/
has been found in the blue whale./
In water/
desire can rise,/
honor sea levels,/
ignore land-locked/
cartographers./
In water,/
desire refuses retreat.
Ph Rachel Eliza Griffiths |
Nikky Finney
-Lynn Carol Finney-
(Conway, South Carolina, EE.UU., 1957)POETA/ACTIVISTADE DD.HH./PROFESORA
Lectura guiada por María José Navia
para leer una entrevista en NPR
en WIKIPEDIA
su WEB
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