Obra de Catrin Welz-Stein |
LA ESCRITURA ES NUESTRA
La escritura está en las mujeres.
La escritura no está en cualquier sitio.
Está aquí, entre nosotras.
Nos la han negado y la reclamamos, hoy, aquí.
Con estas paredes como testigos
Con toda esta gente que nos mira
La escritura multiplica nuestras voces
y desata el estruendo por las rechazadas, las no invitadas,
las silenciadas, las agredidas, las ocultas, las ignorantes,
las eternas acompañantes, las beatas, las condenadas,
las inmorales, las excesivas y las mosquitas muertas.
Se desata en todas nosotras.
Porque somos tan fuertes como el poema que nos narra, más necesarias.
La escritura está en las mujeres y en las salas de parto,
en las migas de las mesas, en los insomnios, en el despertador y en el tedio,
en los pechos de las madres, en la libertad de las no madres
en el sudor cotidiano, en la edad del cuerpo
en quién soy, a quién amo, en las flores que hoy me compro,
en el hambre, la sed, el deseo,
en saber cuidar, en no saber cuidar, en descuidarnos,
en la maldita autoexigencia.
Bienaventurada escritura, ahora sí, eres nuestra
para atestiguar nuestras audaces miradas
y todo, todo aquello que ha de ser contado.
el llanto y la risa, cada derrota, cada conquista.
La escritura es hoy y mañana.
La escritura está en las mujeres.
En ti, en ella, en nosotras, en vosotras, en las ahora ausentes.
Florece en este grito íntimo, en la luz y la penumbra
de este espíritu que os habla.
Leído en ZENDA LIBROS
Obra de Catrin Welz-Stein |
LA ESPERANZA TIENE NOMBRE DE ÁRBOL
Y de pronto,
los adultos no quieren ser adultos
y los niños dejan de serlo antes de tiempo.
Desdibujo los confines de lo viejo, lo joven,
la dichosa edad inventada.
Puede que lo muestre la longitud de nuestra sombra.
El ciclo de la vida se rebela con el mismo empuje
con el que las cigüeñas blancas toman el cielo
para llegar a África en invierno.
O como los árboles,
que florecen a partir del año de vida,
otros tardarán más,
pero una vez lo hacen,
irán erigiéndose poderosos
hasta el final de sus días.
Un diminuto ejercicio en esta odisea,
un segmento de universo
en el que sentimos rozarnos los distintos vientos,
la danza no se rinde
y los inviernos conquistan la noche.
Leo sobre la esperanza de vida de un árbol.
Aquí mi florilegio arbóreo,
hay especies muy obstinadas:
Acacia: 40-60 años.
Adansonia (baobab): más de 1500 años.
Fagus (hayas): unos 250 años.
Olea (olivos y acebuches): más de 1700 años.
Prunus (cerezos, almendros, …): 40-50 años.
Quercus (robles, encinas, …): unos 1000 años.
Sequoia: más de 3000 años.
La esperanza tiene nombre de árbol
el árbol siempre permanece,
se abre paso
se cuela en lo más profundo
de nuestra carne
mientras siento su raíz en mi vientre.
La savia que golpea.
Y siento muy fuerte
que mi madurez torna mi piel corteza y
oscurece mi sombra en la tierra.
La vida que medra es exultante,
pecho barro,
dedos musgo,
corazón cielo,
ráfaga de muslos,
mejillas en rama.
La esperanza tiene nombre de árbol
porque la vida siempre triunfa en el bosque.
Un bosque es un árbol y otro árbol y el de al lado y el de más allá.
Un bosque es una fantasía de árboles anudados
mediante sus raíces. Una fantasía que respira.
Un bosque es un poema que no muere,
un ángelus sin fin, la danza sencilla
del acontecer de la vida.
Paseo de la mano
con mis hijos por un bosque sin nombre.
Me florece un vértigo extraño mirándolos,
riendo y levantando hojas
con su movimiento efusivo;
no rige el tiempo en la honda cadencia
de este momento hermoso.
Puedo no irme nunca, pienso,
vestirme de encina, olivo o roble
o quedarme desperdigada en el sotobosque,
observando, muda,
—raíz, luz, agua—
mi propia sombra que no acaba.
Leído en ZENDA LIBROS
Cosas asombrosas ocurrirán hoy, Olifante Ediciones de Poesía, 2022 Prólogo de Olga Novo |
B O N U S T R A C K
Obra de Catrin Welz-Stein |
NUTRIR
Amamantar y escribir.
Escribir y amamantar.
Ambas acciones son luz,
un encuentro insólito de vacío y vida,
de deshoje de árbol
de habitar el silencio.
Amamanto mientras escribo.
Escribo mientras amamanto
y mi caligrafía a veces
se ve rociada de leche,
de fervor,
de animal vulnerable.
No quiero dejar de escribir.
No quiero dejar de mirar a esta criatura.
Me imagino que la tinta impregna el pecho,
que este ser fantástico bebe mis versos.
Me imagino que mi savia es el nuevo tintero,
que escribo en blanco espeso,
que la bruma se disipa,
que construimos una huella invisible.
La muerte no tiene cabida
en este tiempo extraño.
Leído en MAMAGAZINE
Donde planean los pájaros, Mara Carver Piezas Azules Editorial, 2019 Prólogo a cargo de Raquel Vicedo |
(Vitoria, España, 1978)
POETA/EDITORA EN TRAMPA EDICIONES/GESTORA CULTURAL/
ARTISTA VISUAL/DIRECTORA DE NUDO FESTIVAL
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