Fotografía de Ángela Burón |
Todas no íbamos a ser reinas
a mí me tocó el cepillo sucio
las pilas descompuestas
a mí me tocó la avaricia congénita
la pasión por lo innecesario
la imprudencia de viajar sin mapa
conozco a lo sumo un par de reinas
pero a mí me tocó sangrar 28 días seguidos
a mí me tocó la espera al pie del cañón
a mí me tocó comerme el pan que tu mascaste
a mí me fue imposible levantarme de la cama esta noche
a mí me tocó mirarte por el espejo
a mí no me ha tocado follar hace rato
no, no todas íbamos a ser reinas
a mí se me quedaron las palabras en una muela
a mí se me cayó un hijo por el baño un 18 de septiembre
a mí me pillaron espiando a mi memoria
a mí me decían ella no va a ser reina
no, no me digas que todas son reinas
a mí me tocó con la cara en la muralla
a mí me tocó rapidito y con violencia
a mí me tocó en cama de fierro
a mí me tocó con los dientes apretados
a mí me tocó sin príncipe
sin rey y
sin reina
con sangre hasta las rodillas
así que yo a las reinas
me las paso por la raja.
de Sangre seca, Contrabando del bando en contra, Santiago, 2005
Fotografía de Ángela Burón |
Yo soy la peor de todas escucho en otro lado del universo pero esa mujer no sabe llorar grito despavorida y me echo andar entre planetas me pongo a correr envuelta en presagios y me afirmo al movimiento de la tormenta llueven huesos en esta tarde llueven huesos y ese es mi brazo la peor de todas ha salido a trepar por los árboles se fue a navegar en alturas que le quedan grandes a su cuerpo yo lloraré por todos ustedes y me inclinaré ante todos los muertos el día de la tormenta más negra mientras todos hacen magia en la cima de sus techos mientras los niños juegan con cara de angustia mientras todos se rompen yo lloraré por ustedes la voz del universo gira y llena a las estrellas de agua se ahoga todo se inunda todo es agua para siempre he aquí el gran llanto he aquí el diluvio primero.
de Yo, la peor de todas, Contrabando del bando en contra, Santiago, 2006
B O N U S T R A C K
TORTURAR UNA ESTRELLA
No ha pasado nada, el fuego mantiene su estructura de llama, la calle sigue en pie de guerra en el mismo lugar donde tu pie y el mío representaron un acto, ahora invisible. Las calles se vuelven minutos lunares, las calles se vuelven ventanas, -gritas con un pulmón asfixiado-, las calles inocentes ante el pie sodomita, las calles intrépidas y redondas, las calles quirúrgicas, las calles monopolizadas por tu ausencia, las calles extraviadas camino a una casa sin ventanas porque me las llevé todas con mis dientes partidos, las calles abundantes de deseos, las calles que se hermanan en cada esquina y luego se enemistan para seguir camino a una galaxia invisitada, las calles volátiles, pavimentadas de fuegos y por el fuego, las calles miserables y sonrientes ante el viento estelar de un destino cojo y hambriento, las calles, único testigo de tus manos en mi cuello, las calles bastión insondable del miedo a los ojos, las calles que me caminan por la espalda cuando digo tu nombre, en la línea próxima a esta letra. Nervios de huesos entre mis huesos, quizás algo ha sido suavemente movido de su sitio habitual, la mesa un poco más a la derecha de la frente, la silla hacia adentro de una célula, los ojos hacia afuera como diciendo padezco de secretos, el corazón a la derecha, imitando gravitaciones solares, nada palpable, nada demasiado dañino, mucho menos perturbador. Nada, nada que se caiga de su sitio por el peso evidente que se me pega como sudor a la cara, nada, nada ha sido levantado más allá de mi cuerpo, la gravedad en toda su justicia ha decidido pegarme al piso y el viento en su inmundicia me ha tomado por el pelo y me ha llevado muy alto. Pero no ha pasado nada, una advertencia se precipita en el mes más cruel de todos, desde el fondo de una iglesia una voz grita aleluya, yo me persigno mirando al cielo y digo, déjame representar este teatro, mírame jugar a que miras y concédeme un deseo. Me dispongo a torturar a una estrella, a hacerla reventarse lentamente en su muerte muy lenta, me dispongo a hacerme una herida justo donde ya no cabe ninguna, justo donde ya no se necesita otra, una muerte dócil, impreco, una muerte dulce, ruego. Mi deseo mide 4 millones de años luz de altura por cuatro millones de años luz de ancho, tu cuerpo siempre eficiente, con su velocidad de viento solar pasa lentamente por mi costado y me dices mientras vuelas con tu ruta infinita, somos cometas, somos cometas -me gritas- soy un piano enfermo de décadas huidas, te dices frente al espejo y yo pongo mi oído en tu boca y afilo mi dedo como una llave que encaja perfectamente y desde siempre en tu presente. Me miras muy despacio y todo el espacio cambia, pero nunca ha pasado nada, insistes, nada de nada, insisto, todo sigue en su sitio: la misma puerta que abres y cierras se apoya sobre tu hombro, la misma cama que recoge mis aristas me señala, mientras más grande la estrella, más pronta es su muerte.
extraído de: ALTOPARLANTE ONLINE
Estela Lamat
(Chile)
su viejo BLOG(Chile)
para leer más en: ACTION YES
y en: A BRUXA
Como describir el desgarro de todo mientras todo sucede dentro y fuera.Casi que lo viví
ResponderEliminares brutal, es desgarradora...
ResponderEliminarHola, quisiera obtener el libro de Estela Lamat, lo tuve en el paso y lo extravié.
ResponderEliminar¿Alguien puede ayudarme a conseguirlo?