Ilustración de Yelena Bryksenkova |
Busco plantas sagradas
en las que veo cada día.
Hojitas de albahaca
ramitas de helecho y
flores de hibisco.
Dejo que se sequen y tomo
solo una cucharada de cada una
para hacer una tinta con la que
escribo el poema que recorre
mis nervaduras y llega
al margen del sentido.
Llevo conmigo un manojo de hojas de Ocimun basilicum para atraer
la riqueza, metafísica, claro. Después de la tercera noche en duermevela
preparo lo bebedizo con esas hojas para poder descansar. Cuando
lo logro, sueño que camino por jardines con pérgolas cubiertas por
una filigrana verde opaco de rizomáticos Pteridium aquilinum y
refrescantes Hibiscus sabdariffa. Atardece y acompaño a cada cáliz
azucarado en su caída. A la mañana despierto llena de capullos.
Ilustración de Yelena Bryksenkova |
CINCO
Anís estrellado contra mi corazón.
La vida juega con las formas
nosotros somos nuestro propio accidente.
Estoy de viaje. Llueve. Lentamente. Y se derraman las connotaciones.
Es el apogeo de la primavera y los brotes relucen. De alguna manera
siento como si estuviera en casa. No voy de paseo porque prometí
recoger las semillas de Illicium verum, que abre sus flores en esta
estación. Ellas ofrecen la esencia para un poderoso remedio. Beber
su infusión a diario aumenta la clarividencia y permite percibir
acontecimientos futuros. Aunque esta vez creo intuir el pulso de las cosas.
Ilustración de Yelena Bryksenkova |
Con los dedos de la mano derecha
bebo el jugo del lirio de agua
con los ojos fijos en la flor más próxima
y los pies en el cuerpo del arroyo
sello un nuevo tiempo
fuera del tiempo
y acuerdo
una instancia lunar.
En las praderas húmedas de mi consciencia, son pájaros los que
aportan la coloración cárdena al Iris sibirica.
La primavera aparece con la herida de los dioses grises, que no se
pueden nombrar pero deben destruirse.
Ilustración de Yelena Bryksenkova |
TREINTA Y DOS
Te espero
con mis ojos
de trébol
de tres hojas
(intuyo que
la suerte
vendrá
cuando estemos
en el mismo espacio
y tiempo).
El Trifolium Pratense es una famosa hierba de hojas trifolioladas y
florecillas rojas, rosadas, blancas o amarillas. Si miro hacia abajo veo
que crecen sin problemas (cerca de las ortigas, del diente de león o de
las minúsculas verónicas) en cualquier superficie. Después de comer
los de flor blanca uno se siente más cerca de la tierra y del sol.
Juliana Bonacci
(Camilo Aldao, Córdoba, Argentina, 1976)
Reside en Unquillo
POETA/EDITORA
de herbario, Editorial Zindo & Gafuri, 2015
en FBK1 PAJARILLOS EN LA CABEZA
en FB2
Muy linda tu poética botánica, Juliana
ResponderEliminarPoesía aromáticas y hasta medicinal. Muy personales versos. Maravillosos profundos vislumbres además.
ResponderEliminar"La vida juega con las formas
nosotros somos nuestro propio accidente"
(...intuyo que
la suerte
vendrá
cuando estemos
en el mismo espacio
y tiempo).
Maravilla de poeta. Una vez más Miriam gracias por revelar...
Bellísimo !!!! Encantadora poesía!!!!
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