Ilustración de Jun Kumaori |
ILUSTRACIÓN
Abusé. Fui abusado.
José Kozer
Contemplo―por turnos―
como soy
―por turnos―
mártir o brutal.
Así, aprendo, por turnos.
Paso los dedos por la cara antes de mirarme al espejo.
Recorro las marcas
para saber quién ha amanecido.
Se amanece mártir
o se amanece animal.
Se despierta saco de arena
―donde los otros golpean.
Dolor abdominal intenso,
ojos de perro triste, aliento que se corta.
Al clareo, se rompen los puños contra el fardo.
No le creas al saco de arena si gime.
No te creas si te parece que al saco le han salido ojos.
Se despiertan los sentidos en la mañana
y las secreciones vuelven la mirada salvaje.
Tela de araña en los ojos de la bestia.
Tela de araña,
tejido de atrapar y cazar.
Hocico reseco que planea la caída de otros.
Abusé, dijo quien cose delicadamente las costuras del país.
Si el sastre abusó
¿por qué no habría de abusar yo?
La diferencia entre el sastre y yo es mínima.
Él hace dobladillos al país.
A mí me penetra la aguja en los huesos.
Soy mártir cuando el sastre cose,
sacrificada, como él, soy,
por el deseo de zurcir la ropa-Isla,
la tela-piel,
la frente-ala de sombrero.
Fui abusado, dice el sastre
mientras dedica horas enteras
al aprendizaje de las patas de gallina.
Piel de gallina oscurecida se les pone a los otros
cuando despunto bestia,
animal sin cuna ni remedio.
Racimo de pesadillas envuelve a los sacos de arena
antes del amanecer.
Manojo de miedo sólo de pensar en mí.
No quiero creerles cuando veo que le asoman ojos.
Como no quiero, no les creo.
Ah! potencia de los verbos.
Ah! desteñido manual del español correcto.
Pero cuando descubro los sacos empapados de sudor,
doblados sobre su panza sílice, desinflados,
y miro la arenisca saliendo
igual que fluye el orine de los cuerpos que van a morir,
cuando empiezo a conocer la idea de la culpa,
ya deshice las costuras,
rompí las agujas y sólo dejé a mis espaldas
costales agujereados e inservibles
que nadie, ni el sastre mayor,
podrá recomponer jamás.
Ya es tarde, ya abusé,
y eso, como la muerte, el vómito o la lluvia,
no regresa, no vuelve atrás, es irreversible.
Sólo queda ser abusada,
sentarse a esperar el turno de ser mártir.
Fotografía de Robert Frank |
MERCANCÍAS
Cuando entraron las momias a Egipto,
las aduanas, los oficiales no sabían qué impuesto cobrar.
Como pescado salado entraban las momias.
Atravesé el aire.
Llegué a otro hemisferio.
De Norte a Sur casi sin esfuerzo.
Las aduanas, los oficiales no sabían qué impuesto cobrar.
Como pescado en tarima,
con los ojos desbordados,
entramos los isleños al continente.
Faltándonos el oxígeno, aleteando.
Creyendo burlar todas las leyes.
(Matanzas, Cuba, 1966)
de A qué país volver, Editorial Letras Cubanas, 2007
para leer MÁS
Qué bueno el segundo! Un abrazo.
ResponderEliminarTe pido Vera que le des otra oportunidad al primer poema. Es largo, lo sé, pero dale otra lectura. Y después decime...mirá que te espero ;)
ResponderEliminarjaja...cómo me conoces eh!! Sin duda tiene mucha fuerza, y es duro...y sí, se merece otra oportunidad. Un placer...bicos!
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